Impresiones y reflexiones de Pilar

En todos estos proyectos siempre existe un momento de euforia, nerviosismo; suele aparecer al comienzo cuando aún todo está por estrenar o recién estrenado y las ideas bullen algo precipitadas queriendo encontrar salida antes de tiempo. Luego la normalidad de los días nos empieza a aplastar y, como en los largos viajes, llegan los momentos de bajón: los chicos parecen atascados, no proponen nada, a mí no se me ocurre cómo inspirarlos, los exámenes y trabajos del día a día nos devoran la energía...Pero si dejamos esos tropiezos a un lado, sobre todo podemos percibir que hay momentos mágicos, y suelen llegar, a veces de una manera tan fortuita, que nos sorprenden por detrás alborotando nuestras emociones; de todos ellos aprendo día a día.
De todo el trayecto recorrido hasta ahora con mis chicos y ya "mis queridos abuelos" tengo recogidos  varios, sobre todo gestos: los nervios de la primera y segunda vez de los 6 primeros alumnos que fueron a la residencia; los dedos casi infantiles de nuestros queridos ancianos para responder las adivinanzas, los ojos sin lágrimas de Germán  y una sonrisa en su boca, Encarnita y su retahíla, Upe y su anécdota del burro, Ana y sus muchas lecciones y su siempre permanente sonrisa de agradecimiento, Andrada y Alejandro interpretando el romance de San Dimas, Ángel con su bonachonería desplegada con naturalidad y cariño, las voces de los chicos creciendo, el sonrojo de algunos cuando les dicen lo guapos que son...


 Pero la magia, con toda su parafernalia de misterio a partir de lo sencillo y evidente, ha venido en dos ocasiones: el día en que todo el grupo acudió a la residencia a llevarles un pequeño árbol de Navidad para que colgaran en él los recuerdos más bonitos. Magia, porque los chicos estaban alborotados, caminaban sonrientes, conscientes de ir hacia algo verdaderamente importante y que cuesta tan poco; mágico por la mezcla y el barullo de cariño que se generó en el momento de escribir los recuerdos; mágico por la desmemoria y el recuerdo tan vívido, por las lágrimas en los ojos y la emoción en las manos, porque Ana está tan viva y nos contó cosas tan sabias sobre Dickens y la vida;  mágico porque Celia tiene ideas sencillas y luminosas, porque los demás se suman sin pereza.


Y este último día, 6 de febrero. Hoy la magia llega en  forma de palabra. Antes de comenzar la sesión, en ese espacio de saludos, recuento de "cómo estamos", Ana me ha dejado para leer un libro y me ha pedido que se lo cuide. El libro se llama "Pinceladas de la resi"  y ella es la autora. Al abrir el libro nos despierta una caligrafía impecable, suave, de trazo firme y delicado, como ya no se usa, de esa que inmediatamente nos lleva a un tiempo de pizarrín, tintero, plumín, y paciencia. El libro es el relato de la llegada de esta pequeña mujer a la residencia, de su decisión, de la acomodación de su cuarto con "sus cosas" y "sus muebles", de la organización del centro, de los trabajadores y su carácter, de los compañeros y amigos, de los que se han ido silenciosamente.


Acabo de terminar la lectura: es el recuento de un tiempo que sabe de otoños y se resiste a no saborear la luz bella de esa estación. Es el recuento de los días sabiendo que son vividos, acariciados.
Gracias a Celia, Claudia, Ángel, María, Noelia y Ainoa, por sus ocurrencias tan llenas de alegría y a Ana por dejarnos una parte del relato de su intimidad y del día a día de nuestros maravillosos mayores.  



Comentarios

  1. «La vida siempre es más importante que la literatura». Siempre me he imaginado esta frase en los labios de alguien que ha intentado —de forma menos utópica que ingenua– compartir el regalo que resulta del matrimonio entre la sensibilidad y la palabra. Y ha fracasado. En resumen, una claudicación.
    He estado leyendo todo lo que habéis hecho y mi perspectiva ha cambiado. Confirmo mis sospechas: la literatura es solo un reflejo de la vida. Personalmente le estoy eternamente agradecido a la palabra escrita, pues me ha servido y me sirve de cobijo, ya que el destino no me ha permitido difutar demasiado de momentos como los que habéis vivido. Esos momentos en los que los abuelos se convierten en los mejores narradores y nos transportan a otro tiempo sin movernos de la silla contando simplemente –de sencillez, no de simpleza– sus avatares.
    Que hayáis puesto en conversación con tanta valentía lo que contaron unos y lo que cuentan otros me ha hecho recuperar la esperanza en la validez de la literatura como fuente de respuestas para no olvidar el pasado, vivir conscientemente el presente y afrontar el futuro con esperanza.
    ¡Enhorabuena, Pilar! ¡Enhorabuena, chicos!

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    1. Querido, David. Ni por asomo dudes del valor de la Literatura: entender, comprender, aceptar, observar, sentir, reinterpretar, emocionar, acompañar, VIVIR. Me siento orgullosa de los chicos y nuestros viejitos, que ya forman parte de mí y, como ellos, espero cada martes el encuentro, para compañarnos y seguir constatando que la Litertura, la palabra es un arma cargada de futuro y de presente.

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